¿Por qué hablamos de Prudencia en Liderazgo?
La virtud de la Prudencia, según Tomás de Aquino y analizada por Juan Fernando Sellés resalta la importancia de esta no solo en la vida moral, sino también en el ejercicio del liderazgo. Un liderazgo desprovisto de virtudes, será un liderazgo carente de ejemplaridad, débil respecto a su credibilidad y frágil en sus relaciones humanas.

Por Renata Corzo
Coordinadora del Centro de Liderazgo para el Desarrollo
Asimismo un ser humano que pretenda convertirse en líder, pero que no sepa aconsejarse con rectitud, ver la realidad con objetividad, actuar de forma coherente no solo es miope respecto de los bienes que debe perseguir, sino que aun identificándolos está movido por intereses particulares, por lo tanto, en la mayoría de situaciones sacrificará los bienes comunes, en tanto estos no le signifiquen un beneficio inmediato para él.
La prudencia rige y gobierna todas las virtudes de la voluntad, pero como el resto de virtudes, debe ser entrenada y practicada, no solo aprendida desde un libro o en un salón de clases; ya que lejos de ser instintiva, es una virtud que se cultiva a través de hábitos previos. Esto significa que la prudencia le da forma y perfección a las demás virtudes (templanza, fortaleza y justicia). Como señala Tomás de Aquino, la prudencia se ve asistida por la memoria, la inteligencia, la docilidad y la sagacidad, en tanto virtud que perfecciona la razón práctica. De manera que la prudencia o sabiduría práctica se aprecia en aquellos líderes que se han enfrentado a situaciones o adversidades y han sabido discernir los medios adecuados para sobreponerse.
En nuestro tiempo, hablar de educación clásica o involucrar a las virtudes en el terreno político y empresarial parece un signo típico de un sujeto anticuado o desfasado. No es muy común tampoco saber que la prudencia es la virtud propia del directivo y gobernante, menos común que la virtud y que la prudencia es conocer que dicha virtud tiene hábitos prácticos previos que están en orden a esta y que también conceden perfección a la razón práctica.
El primer hábito práctico previo a la prudencia es la Eubulia o “saber aconsejarse”. La eubulia es la capacidad para deliberar adecuadamente entre las opciones y medios que se nos presentan; el segundo hábito práctico previo es la Synesis, habilidad para interpretar las situaciones con visión amplia, para destacar una opción entre todas aquellas discernidas por la eubulia; y Gnome, aptitud para juzgar con acierto las circunstancias excepcionales cuando las reglas no son claras (aplicable sobre todo en el terreno jurídico). Tres hábitos previos a la prudencia, tres habilidades formativas que se desarrollan a lo largo del tiempo, permitiendo que se tomen decisiones no solo correctas, sino también justas. Este proceso de formación hace que la prudencia no sea solo una cualidad de aquellos que se encuentran en posiciones de poder, sino un principio fundamental de la vida cotidiana, que debería guiar nuestras decisiones más personales.
Un líder prudente, según Aquino, es aquel que no solo sabe tomar decisiones basadas en su conocimiento y experiencia, sino también aquel que actúa con templanza, fortaleza y justicia, considerando las consecuencias a largo plazo de sus acciones. Matiz que reafirma la idea de que la prudencia es una cuestión ética que orienta nuestras acciones hacia el bien.
Liderazgo es virtud en acción, liderazgo es una práctica continua, cultivada a través de una reflexión ética. Un liderazgo que aspire a ser virtuoso debe reconocer el lugar protagónico que ocupa la prudencia en la formación de todo ser humano, si bien la prudencia es la virtud que debería acompañar a los directivos y gobernantes, es una virtud que se necesita para decidir con acierto en todas las esferas de la vida.
En un mundo donde las decisiones suelen tomarse bajo la presión de resultados inmediatos y gratificación instantánea, la prudencia nos recuerda la importancia de la coherencia, integridad, ejemplaridad y el cultivo de uno mismo para una “recta razón al obrar”. Solo así se puede construir un liderazgo que no solo se enfoque en el poder, tener o el placer, sino en la construcción de personas, organizaciones y un mundo más humano.